La noche del paradero...

"... Y ya entrada la mañana seguías durmiendo y sólo a mí me fue dado ver el fin de la noche del paradero, el sol rasante que convertía el fuelle del Fafner en una cúpula naranja, que resbalaba entre las cortinas laterales para meterse con nosotros en la cama, empezar a jugar con tu pelo, con tus senos, con tus pestañas que siempre parecen más, que siempre parecen muchísimas más cuando estás dormida.
También yo jugué ese último juego antes de las naranjas y el café y el aguafresca, un juego que viene de la infancia y que es taparse con la sábana, desaparecer en esas aguas de aire espeso y entonces de espalda doblar poco a poco las piernas levantando la sábana con las rodillas para hacer una tienda, y dentro de la tienda establecer el reino y allí jugar pensando que el mundo es solamente eso, que por fuera de la tienda no hay nada, que se está bien en el reino y nada más hace falta... Nunca te había deseado tanto, nunca la luz había temblando tanto en tu piel. Eras Lilith, eras Cypris, de la noche del paradero renacías al sol como los murmullos de afuera que crecían, los motores arrancando uno tras otro, el rumor de la autopista creciendo con el aflujo que cada paradero echaba ya a correr después del sueño. Te miré tanto, sabiendo que ibas a despertar perdida y asombrada como siempre, que no entenderías nada, ni la tienda secreta, ni mi manera de mirarte y que los dos empezaríamos el día como siempre, sonriéndonos y 'jugo de naranja' mirándonos y 'café, café, montañas de café'."
La noche del paradero, De Los autonautas de la cosmopista. Julio Cortazar

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