Flying

 



     




Es la tarde y estoy en un parque, tirado sobre el pasto. Un picnic improvisado en la soledad de un fin de semana. Miro el cielo, veo pasar un pajarito negro, brillantemente negro contra el cielo azul. Vuela agitadamente con sus alitas, sube y baja y hace giros que parecen erráticos pero que deben tener alguna razón. Se lo ve solo, volando sin bandada, y es hermoso cuando se suspende apenas unos segundos en el aire, flota, planea por sobre los árboles del parque. Siempre admiré a los pájaros y su posibilidad de volar, de ascender al cielo azul y planear sobre la tierra. Cierro los ojos e infantilmente me imagino pájaro. Voy volando por sobre el parque y los edificios. El viento primaveral en la cara, en las alas que mueven mis plumas, el sol en la espalda reconfortándome. Todo es tan efímero en este vuelo. La tierra parece irreal, la tierra parece el cielo inalcanzable. No quiero bajar nunca, volaría por entre las nubes para siempre, bajaría solo a alimentarme y volvería a alzar vuelo, libre, liviano, sin cargas. 

 Abro los ojos y veo que las nubes empezaron a acumularse y de repente un viento frío comienza soplar del sudeste. El cielo se oscurece y multitud de pájaros y de personas corren a guarecerse. La tormenta primaveral amenaza ser importante. Las primera gotas me pegan fuerte en la cara y vuelvo a mirar el cielo una última vez antes de juntar mis cosas y correr a casa. Entonces veo al pajarito negro, estoy seguro que es el solitario que había esta envidiando. No vuela buscando refugio ni parece preocupado, mientras los demás vuelan caóticamente, él se alza más arriba y se deja arrastrar por el viento. Parece que va  a ser arrastrado por la tormenta, las gotas ya pegan duro contra mi cara pero no puedo moverme, quiero ver qué pasa con el pájaro. Él  baja un poco, dejándose arrastrar por el viento que ya tomó fuerza, pero vuelve a levantar vuelo, vuela más alto con sus pequeñas y fuertes alitas y sube hasta lo que parece un pozo de aire, donde se mantiene  planeando por sobre la tormenta. Mis ropas están empapadas, las zapatillas están inundadas de agua y el frío empieza a calarme los huesos. Cierro los ojos nuevamente y me imagino otra vez el vuelo del ave, su lograda paz en la tormenta. Su refugio sobre la lluvia, la tierra, los edificios, el parque, mi cabeza. Miro abajo y veo a un hombre, solitario y estático. Veo su picnic arruinado, toda su ropa hecha agua, todo su ser atrapado por la lluvia. Tiene la cara vuelta hacia arriba y cerrados los ojos. Le cuesta respirar porque el agua le golpea la cara. Me da pena que no pueda volar, que no pueda como yo, subir sobre la tormenta, escapar de la lluvia. Lo veo rendirse, bajar la cabeza, juntar sus cosas empapadas y sin mirar más al cielo, alejarse del parque. Sale corriendo buscando refugio, escapando de la tormenta. Lo pierdo de vista entre los edificios altos y grises. Me hubiese gustado ver donde vive, su casita en la tierra, el lugar donde se refugia del frío, de la lluvia, del tiempo. 



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